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Voluntario Distinguido
conocido como Guacamayo |
Durante los años de la guerra de Independencia, entre 1808 y 1814, se formaron en Cádiz unos batallones especiales conocidos como Voluntarios Distinguidos, cuyo nombre se debía a que sus miembros procedían de familias pudientes de Cádiz, al tener que costearse ellos mismos el uniforme, el armamento y la manutención. Eran unos cuerpos de élite creados para la defensa de la ciudad ante el ataque inminente, que se esperaba, de las tropas napoleónicas. A diferencia de otros cuerpos militares y regimientos, los Voluntarios Distinguidos no podían ser trasladados a otros puntos de España, pues su campo de acción era exclusivamente Cádiz, lo cual era un privilegio en aquellos días de guerra.
Para detener ese ataque inminente de los franceses, que nunca llegaría a producirse, se construyó el fuerte de Cortadura que aún hoy podemos contemplar a la entrada de Cádiz. En cambio, asediaron la ciudad y la bombardearon desde las baterías de Matagorda y el Trocadero, al otro lado de la Bahía, pero debido a la lejanía de estos lugares respecto a la capital, las bombas apenas hicieron daño y muchas ni siquiera llegaron a explotar, lo que fue motivo de burla por parte de los gaditanos, como queda de manifiesto en las letrillas y canciones que se compusieron entonces con ese motivo.
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Voluntario Distinguido con otro uniforme |
Lo más llamativo de estas milicias era, sin duda, el colorido de su vestimenta, y de ahí los nombres curiosos con que eran conocidos popularmente, fruto del ingenio gaditano. El historiador local del siglo XIX Adolfo de Castro se refiere a ellos en su Historia de Cádiz y Provincia:
"Pavos" se llamaban a los de las milicias urbanas; "guacamayos" a los voluntarios distinguidos, por el color del uniforme; "cananeos" a los cazadores por usar cananas; "perejiles" a los artilleros de Puntales; "lechuginos" a los voluntarios de Puerta Tierra".
De éstos, los que más resaltaban eran los guacamayos, por el vivo colorido de su vestimenta, consistente en una casaca roja con cuello verde, pantalón ajustado a las piernas y correajes blancos. Un sombrero con plumas y cabos de plata, corbatín negro y sable a la manera española completaban el conjunto. También los lechuginos, que eran los Voluntarios de Extramuros, así llamados por trabajar en las huertas de Puerta Tierra.
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Artillero Distinguido |
Junto a perejiles y cananeos, otros batallones eran las Milicias Urbanas, cuya vestimenta era azul, con botones amarillos y sombrero con plumero de color granate, y los Voluntarios Gallegos, oriundos en su mayoría de esta región , también llamados obispos, por el color de su uniforme y polainas negras.
En cuanto a hechos militares, destacaron los artilleros de Puntales, los llamados perejiles, en la defensa del castillo del mismo nombre, continuamente acosados por las bombas, granadas y balas disparadas por las tropas francesas desde el Matagorda y el Trocadero, que los Voluntarios respondían, a su vez, con sus armas.
Otro escritor y político gaditano de la época, Antonio Alcalá Galiano, en Memorias de un Anciano, refiere otro episodio singular protagonizado por los Voluntarios, describiendo el proceder de estas fuerzas en los días del asedio de Cádiz.:
Hasta entonces,
aquella milicia, casi en todo semejante a la nacional de nuestros días, no
había pasado de cubrir los puestos del casco de la plaza con los anejos
castillos de San Sebastián y Santa Catalina, con su uniforme pardo, o de lucir
el encarnado, remedo del inglés, en la procesión del Corpus y otras fiestas,
haciendo triste figura con sus galas, porque los sombreros de picos o apuntados
con que cubríamos la cabeza eran diferentísimos en hechura, produciendo esto
en la tropa formada un efecto desagradable a la vista.
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Artillero de Extramuros |
Pero
necesitándose emplear en la expedición destinada a pelear fuera de la isla
Gaditana y en las líneas de ésta la numerosa fuerza que las guarnecía, hubo de
resolverse que, saliendo del recinto y murallas de Cádiz, fuésemos los
voluntarios a cubrir los puestos avanzados de la Cortadura y baterías a ella
inmediatas, a no larga distancia de la boca del Trocadero con los fuertes de
Matagorda y Fortluis (San Luis) ocupados por los franceses.
Levísimo, o
aún puede decirse ningún peligro había que correr en aquellos lugares; porque
el castillo de Puntales, próximo a ellos, y donde solían llegar las bombas y
balas enemigas, y perderse vidas, no estaba incluido en los puntos en que
habíamos de hacer servicio. Pero así y todo nos pareció la faena a que nos
vimos destinados una verdadera salida a campaña.
Por su orden, los cuatro batallones que figuraban
ser de línea (vulgo guacamayos), y los dos de ligeros (alias cananeos), en seis
días consecutivos marchamos ufanos a nuestra grande empresa, siguiendo desde
entonces en dar guarnición a aquellos puntos. La música de un batallón, pues
sólo uno la tenía, fue sucesivamente acompañando a todos en la primera salida
de cada uno. Tuvimos cuidado de hacer nuestras mochilas lo más pesadas posible,
para dar prueba a los espectadores, y aún dárnoslas a nosotros mismos, de
nuestra fortaleza; elegimos para romper la marcha el punto más distante de
aquel donde íbamos a parar, a fin de hacer con lo trabajosa más meritoria la
jornada, y, acompañando con el canto la música instrumental, entonando las
canciones patrióticas de aquellos días, en los cuales, como desde 1820 hasta
1823, era uso dar muestras del patriotismo en el canto, caminamos entre
aplausos, y anduvimos una buena media legua con nuestra carga sin sentir fatiga;
¡tan ligero hacía el peso el nada fundado, pero sí sincero entusiasmo!
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Voluntario conocido como Cananeo |
(...)Ni una sola
desgracia, aun de las más leves, ocurrió a los que, hasta 1812, siguieron
ocupando aquellos puntos, aunque de ellos a la batería llamada la Furia,
y además a la que tenía por nombre la Venganza, solían llegar balas y
aun granadas; pero, buscando a tiempo, como era fácil, el abrigo de los
salchichones de tierra y retama de que estaban hechas, venía a ser ninguno el
peligro. Aunque llegó
a ser modesto o enfadoso pasar tanto tiempo sobre las armas, pues cada seis
días había que entrar de guardia, y en hacerla en los puntos fuera de puertas
se consumía buena parte de dos; con todo, lo divertido, pues lo era hasta
cierto punto, de la ocupación, hacía la molestia llevadera. Las inmediaciones de la puerta de tierra habían
sido, y por muchos años han seguido siendo para los gaditanos, lugar de recreo
y fiesta, y, por cierto, rara vez de recreo provechoso. Pasaban, pues, los días
de guardia como de gresca y broma, riéndolos de comilonas en los vecinos
ventorrillos.
El Carnaval de Cádiz, intérprete siempre de la actualidad y del sentir gaditanos, frecuentemente recoge en sus tipos y letras episodios y personajes históricos de la ciudad. Así, en el año 1984 salió un coro llamado "Guacamayos y Lechuginos", en recuerdo de los Voluntarios Distinguidos de Cádiz.
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Coro Guacamayos y Lechuginos en el Teatro Falla |