domingo, 1 de noviembre de 2020

Los 500 caballeros de Gades

Senadores romanos
Uno de los períodos de más esplendor de Cádiz tuvo lugar bajo la dominación romana. Ciudad próspera y rica, la Gades romana fue una de las ciudades más importantes no solo de Hispania, sino de todo el Mediterráneo Occidental. Era una urbe dedicada fundamentalmente al comercio, cuyo puerto controlaba buena parte del tráfico mercantil de la Bética. Junto a ello, la industria pesquera alcanzó un gran desarrollo, con la existencia de factorías de salazón donde se obtenía el garum, famosa salsa de pescado muy apreciada por los romanos. 

Esta prosperidad se manifiestaba en su urbanismmo, estando dotada de los grandes edificios públicos característicos de Roma, destacando en este sentido el papel desempeñado por Lucio Cornelio Balbo el Menor (s. I a.C.), miembro destacado de la nobleza gaditana y autoridad local, que amplió la antigua ciudad fenicia de Gadir, construyendo una ciudad nueva frente a ella, con teatro, anfiteatro, termas, templos y un acueducto que traía el agua desde los manantiales de la sierra gaditana. Su tío, Lucio Cornelio Balbo el Mayor, fue amigo personal de Pompeyo, Julio César y Augusto, ocupando diversas magistraturas y llegando a ser cónsul, siendo el primer no itálico en conseguirlo, obteniendo para los gaditanos la ciudadanía romana. Los Balbo eran una familia aristocrática gaditana de origen fenicio que había logrado amasar una gran fortuna gracias a la actividad comercial y a los negocios.

Lucio Cornelio Balbo el Menor, benefactor de Gades
Un faro de estructura escalonada y un templo dedicado al dios fenicio Melkart o Hércules, famoso en la Antigüedad. situado en el otro extremo de la isla Kotinoussa, junto con una torre coronada por una monumental escultura de este mismo personaje, completaban el paisaje urbano de la urbe gaditana, que, además, era punto de partida y de llegada de la Via Augusta, la principal vía de comunicación de Hispania que la recorría de norte a sur. Y de Gades eran las famosas puellae gaditanae, bailarinas gaditanas que tanto gustaban en Roma. 

Gades era, pues, una ciudad populosa que contaba con una población de más de quinientos équites o caballeros, lo que da idea de su importancia en el mundo romano, como recoge el geógrafo griego Estrabón, (s. I d. C.) en su Geografía: “En población, sin embargo, parece que Gades no se queda corta frente a otras ciudades excepto Roma. De hecho, he oído que en uno de los censos hechos en nuestra época [scil., Augusto-Tiberio] se contaban en ella quinientos miembros del orde ecuestre, un número que no igualan ni siquiera las ciudades de Italia, si exceptuamos Patavium (= Padua)”.  (Geogr. 3, 5, 3). 

Teatro romano de Gades

 

sábado, 5 de septiembre de 2020

Cádiz y el Descubrimiento de América

La relación  de Cádiz con América ha sido siempre muy intensa. Durante el siglo XVIII, la capital gaditana monopolizaría el comercio con las colonias americanas, a raíz del traslado de la Casa de Contratación y Consulado de Indias de Sevilla a Cádiz en 1717. Además del intenso tráfico comercial entre el puerto de Cádiz y Ultramar, se produjo un profundo intercambio cultural entre ambas orillas del Atlántico. Así, en el arte flamenco, con los llamados cantes de ida y vuelta (colombianas, milongas, guajiras...), y en el Carnaval, donde la ciudad debe tanto a los aires y ritmos hispanoamericanos. Relación que adquirió gran relevancia durante las Cortes de Cádiz, en donde fue tan destacado el papel de los diputados americanos. Pero dicha relación tendría su origen con el Descubrimiento de América a finales del siglo XV, pues del puerto gaditano saldría Colón en su segundo y cuarto viajes.
El 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colón desembarcaba en la isla de Guanahaní, bautizada como San Salvador, en el mar Caribe, al mando de La Pinta, La Niña y La Santa María, las tres carabelas que habían zarpado del puerto onubense de Palos de la Frontera dos meses antes, el 3 de agosto, en lo que constituía el viaje inaugural de los cuatro que el marino genovés realizaría a las nuevas tierras al servicio de los Reyes Católicos, en busca de una nueva ruta hacia el lejano Oriente, ignorando que había descubierto un nuevo continente.
Tras Palos, Cádiz, Sanlúcar de Barrameda y El Puerto de Santa María se convertirían en los puertos protagonistas de la gran aventura transoceánica del Descubrimiento de América, de donde saldrían y a donde llegarían las siguientes expediciones que conquistarían y colonizarían el Nuevo Mundo, convirtiendo a esta parte de Andalucía en centro neurálgico del comercio mundial con el recién descubierto continente. Recordemos, en este sentido, que el pasado año tuvo lugar en Sanlúcar la celebración del quinto centenario de la primera vuelta al mundo, protagonizada por Fernando de Magallanes y Juan Sebastíán Elcano, puerto donde se iniciaría y finalizaría.
Tras esta primera travesía, Cristóbal Colón organizaría un segundo viaje a América, eligiendo a Cádiz como puerto de salida, hecho que tendría lugar el 25 de septiembre de 1493, siendo de los cuatro viajes el de más envergadura, pues en él participarían hasta diecisiete navíos y unos mil quinientos hombres, entre ellos descubridores como Alonso de Ojeda y Juan Ponce de León, el dominico fray Bartolomé de las Casas y el cartógrafo Juan de la Cosa, autor del mapamundi más antiguo conservado en el que aparece el continente americano. Además de la tripulación, iban funcionarios, religiosos, artesanos, agricultores y gentes de otros oficios con idea de colonizar las nuevas tierras. Tras recalar en Gran Canaria, la expedición llegaría cuarenta días después de su salida a la isla La Deseada, en las Antillas Menores, descubriendo, entre otras islas antillanas, Jamaica y Puerto Rico y colonizando La Española. Partiendo de la Isabela, primera ciudad fundada por los españoles en el Nuevo Mundo en esta última isla el 10 de marzo de 1496, llegaría a Cádiz tres meses después, el 11 de junio.
El 30 de mayo de 1498 zarpaba nuevamente Colón con seis barcos, en este ocasión del puerto de Sanlúcar, en un nuevo viaje a América, llegando a la isla de la Trinidad dos meses después, recorriendo la desembocadura del río Orinoco y la costa venezolana. De regreso a España, arribaba a Cádiz el 25 de noviembre de 1500.
El 9 de mayo de 1502 el almirante genovés volvía a zarpar del puerto gaditano en su cuarta y última singladura al nuevo continente con cuatro barcos y 150 hombres, cuyos preparativos tuvieron lugar, al igual que en el anterior viaje, en el Puerto de Santa María, recorriendo la isla Martinica, la costa hondureña, el istmo de Panamá, Jamaica y la Española, regresando a Cádiz el 12 de septiembre.
Existe, pues, una importante vinculación entre Cristóbal Colón y Cádiz, de donde partió en dos de sus viajes al Nuevo Mundo, como hemos visto. Actualmente, hay en la ciudad una calle dedicada al marino genovés y una lápida conmemorativa situada en la fachada de la iglesia de San Juan de Dios, junto al Ayuntamiento, recuerda este hecho histórico.

sábado, 25 de julio de 2020

La Cueva del Pájaro Azul

La Cueva del Pájaro Azul, en el gaditano barrio de San Juan.
En fechas recientes fue noticia La Cueva del Pájaro Azul, emblemático lugar del arte flamenco en el Cádiz de los años sesenta y setenta del pasado siglo, por el descubrimiento en su subsuelo de restos del antiguo puerto fenicio de Gádir, tras la ejecución de labores de restauración de dicho local que el Ayuntamiento pretende poner de nuevo en valor tras años de cierre y abandono.
La Cueva del Pájaro Azul fue un proyecto de un bodegero y hostelero gaditano llamado Manuel Fedriani Consejero, que regentaba una bodega en el barrio de San Juan, el cual había adquirido una finca frente a su negocio para almacenar barriles, botellas y otros elementos propios de su oficio. Mientras se preparaba dicho almacén, se descubrió de manera casual una gran espacio subterráneo compuesto por arcos, bóvedas y muros de los siglos XVI y XVIII, que se creyó podría tratarse de alguna cueva, un pasadizo secreto, de los muchos que hay ocultos en Cádiz, o un gran aljibe. El recinto recién descubierto tenía varias estancias o habitaciones que el empresario gaditano quiso aprovechar para, una vez acondicionado, convertirlo en una taberna flamenca. Así, nacía la Cueva del Pájaro Azul, inaugurada en el año 1960 y que sería un lugar de referencia del cante y del baile flamenco gaditano, un lugar típico por donde pasarían los mejores artistas de la época: la Perla de Cádiz, Lola Flores, Manuel Soto Sordera, María Vargas, Canalejas de Puerto Real, Antonio el Bailarín, Antonio Mairena y un joven Camarón de la Isla, entre otras grandes figuras del flamenco, además de personalidades del mundo de la cultura como Camilo José Cela, José María Pemán o el premio nóbel de literatura francés Jean Cocteu.
Muro del puerto fenicio de Gadir
Según la leyenda, la cueva habría sido en su origen la guarida de un bandolero o contrabandista gaditano de principios del siglo XIX, apodado El Pájaro Azul, de ahí el nombre del local, así llamado por su rapidez y habilidad para el contrabando en los mares de Cádiz, escondiendo en ella el fruto de sus negocios ilegales, leyenda daba por cierta por algún historiador local.
En cuanto a los restos arqueologicos hallados, consisten en un muro y otras estructuras portuarias de la Gadir fenicia situadas en la isla de Kotinoussa, una de las dos de las que componían Cádiz en la Antigüedad. El muro, compuesto por cuatro hileras de sillares, tiene una altura de 1,80 metros y una longitud de 5,60 metros, que los arqueólogos consideran como uno de los cantiles del puerto fenicio, de los siglos IV y III a. de C., ubicado en una de las orillas del Canal Bahía-Caleta, que dividía el Cádiz antiguo en dos islas, del que ya hablé en un artículo anterior, que fue colmatándose con el tiempo hasta desaparecer bajo el casco histórico de la ciudad. En las obras también aparecieron restos romanos y medievales. Esperemos que, finalizado el proyecto, podamos disfrutar del flamenco en una restaurada Cueva del Pájaro Azul y, bajo suis tablaos, de los restos del antiguo puerto fenicio.
Galerías subterráneas de La Cueva del Pájaro Azul
Imagen de la taberna flamenca en los años sesenta

jueves, 25 de junio de 2020

Atardeceres gaditanos

Atardecer sobre la Caleta
Cádiz tiene una luz que la hace especial. Ya el mismo nombre con que se conoce su litoral, Costa de la Luz, que comparte con Huelva, no deja lugar a dudas.
Será el azul celeste de su cielo confundiéndose con el azul verdoso de su mar; será el reflejo de los rayos del sol sobre sus aguas, tiñéndolas de plata; serán las fachadas blancas y colores pastel de sus casas antiguas, junto al brillo de las cúpulas y chapiteles de sus torres y campanarios entre tanto azul; o será la propia ciudad que nunca deja de brillar en medio de este mar y este cielo.
Pero esa luz se hace mágica, irreal, en los atardeceres, cuando el sol, en una explosión de color, se despide en cada ocaso entre un cortejo de tonalidades amarillas, naranjas, rosadas, rojas o moradas, tiñendo de color el cielo vespertino y las nubes que, sorprendidas, la surcan, ofreciendo un espectáculo de luz y color que cualquier pintor querría inmortalizar en sus lienzos.
La caída de la tarde, ahora que ya podemos disfrutar del buen tiempo, es un momento ideal para pasear por el paseo marítimo o para sentarse en la terraza de algunos de los bares y chiringuitos que hay a lo largo de la playa, tomar unas cañas y disfrutar de la compañía y de esas maravillosas vistas que nos ofrecen cada día el mar y el cielo de Cádiz, cuya luz, quien la ha presenciado alguna vez, jamás olvidará. ¡Buen verano a todos!


viernes, 1 de mayo de 2020

Sobre el puerto fenicio-púnico y romano de Cádiz

Recreación del canal Bahía-Caleta sobre la ciudad de Cádiz actual
En las excavaciones arqueológicas que se están llevando a cabo en las obras del edificio Valcárcel para convertirlo en Facultad de Ciencias de la Educación, frente a la playa de La Caleta, por un equipo de investigadores de la Universidad de Cádiz, están apareciendo numerosos restos cerámicos pertenecientes al antiguo puerto fenicio-púnico y romano de Cádiz, noticia de la que se hacía eco National Geographic y otros medios digitales. Por esta zona pasaba en la Antigüedad un canal navegable, conocido como Canal Bahía-Caleta, que separaba las dos islas que componían la antigua Gadir-Gades: Eritheia, la más pequeña, donde se estableció la primitiva ciudad fenicia, y Kotinoussa, una isla grande y alargada, donde en época romana se construyó una nueva ciudad como ampliación de la anterior; esta isla se extendía hasta lo que hoy es el islote de Santi-Petri, donde estuvo situado el famoso Templo fenicio de Melkart o de Hércules. Según los estudios realizados, el acceso al puerto tendría unos doscientos metros de ancho hacia el oeste y una profundidad de veinte metros, superando ampliamente el calado de las embarcaciones de la época. El canal, refugio natural para el puerto, al abrigo de vientos y temporales, fue cegándose con el tiempo, desapareciendo bajo construcciones posteriores. 
En los siguientes enlaces podéis encontrar más información sobre estas investigaciones:
Para más información sobre el Canal Bahía-Caleta:
http://curiosidadesdecadiz.blogspot.com/2015/03/el-canal-que-dividia-en-dos-cadiz.html 
Sobre el edificio Valcárcel:
http://curiosidadesdecadiz.blogspot.com/2016/11/valcarcel_29.html

Canal Bahía-Caleta. A la izquierda, isla de Eritheia; a la derecha, isla de Kotinoussa.
Se aprecia en la foto parte del Canal, sumergido entre las rocas de La Caleta

sábado, 25 de abril de 2020

Confinamiento durante las Cortes de Cádiz

El puerto fue punto de entrada de las epidemias que asolaron Cádiz
No es la primera vez que la población gaditana sufre un confinamiento por una epidemia o pandemia. Ya en el pasado, con motivo de las epidemias de fiebre amarilla que asolaron la ciudad de Cádiz y otras localidades de la Bahía a principios del siglo XIX, la población tuvo que sufrir esos confinamientos ante los efectos desastrosos de la enfermedad. En un artículo anterior titulado La gran epidemia del año 1800, ya hablé de ellos con motivo de esta epidemia, la más devastadora de las padecidas por Cádiz por número de fallecidos de las que se tiene noticia, nueve mil personas. En años posteriores hubo rebrotes, como por ejemplo, durante la celebración de las Cortes de Cádiz, en los años 1810 y 1813, siendo causa de que tanto el Consejo de Regencia, órgano de gobierno ante la ausencia del rey, como las Cortes, aún no constituidas, tuvieran que desplazarse hasta la vecina Isla de León (San Fernando) por el nuevo brote de fiebre amarilla que se había extendido por la capital gaditana, inaugurándose las sesiones en dicha localidad el 24 de septiembre de 1810, aunque regresarían a Cádiz seis meses después, ante la aproximación de las tropas napoleónicas. En 1813 las Cortes volverían a San Fernando ante la aparición de otro brote de fiebre amarilla, trasladándose, finalmente, a Madrid en 1814, siendo disueltas por Fernando VII a su regreso a España. Cádiz, libre, junto con San Fernando, de la ocupación francesa, fue, no obstante, sometida a un asedio por parte de estas tropas durante dos años y medio, entre febrero de 1810 y agosto de 1812, siendo bombardeada a lo largo de este período por las barterías franceses instaladas en la otra orilla de la bahía gaditana. Dos situaciones, pues, fiebre amarilla y bombardeos, que hacían muy complicada la vida en la ciudad, aunque, a decir verdad, los efectos de las bombas fueron mucho menores, debido a la larga distancia que tenían que recorrer para impactar en su objetivo, lo que el pueblo gaditano con su guasa convirtió en burla.
El pueblo gaditano, golpeado por las epidemias, aclama la Constitución de 1812
Más serio, en cambio, fue la epidemia con sus altas tasas de mortalidad, de varios miles de fallecidos entre 1.810 y 1.813, entre ellos algunos diputados de las Cortes, como el ecuatoriano José Mexía Lequerica, el puertorriqueño Ramón Power y el catalán Antonio de Capmany. Contribuyó a aumentar los contagios y las muertes el notable incremento de la población por la llegada a la ciudad de numerosos refugiados llegados desde distintos puntos de España que huían del ejército francés. Cádiz, pues, sufría un doble confinamiento: por un lado, el provocado por la enfermedad, que obligaba a dejar incomunicados a barrios enteros, a la población a permanecer recluída en sus casas y a los enfermos ingresados en hospitales y lazaretos; y, por otro, el confinamiento de una ciudad entera asediada por fuerzas enemigas. Pese a todo, la vida de la ciudad no se paralizó, pues continuó la actividad mercantil de su puerto, al haber quedado el tráfico marítimo fuera del control de los sitiadores, y la actividad política, con una ciudad volcada con las Cortes, cuyas sesiones en el Oratorio de San Felipe Neri eran seguidas con gran interés y entusiasmo por el público gaditano, culminando con la proclamación de la Constitución el 19 de marzo de 1.812, acontecimiento de gran trascendencia en la historia de España.

viernes, 3 de abril de 2020

La gran epidemia del año 1800

Vista de Cádiiz en un grabado de la época
Desde hace unos meses, una pandemia provocada por el virus covid19 o coronavirus, originado en China, está sacudiendo todo el planeta. En nuestro país, uno de los más afectados, el contagio está alterando gravemente la vida normal de los ciudadanos, sobre todo tras la declaración, y posterior prórroga, del estado de alarma por el gobierno para tratar de contener la enfermedad, una situación inédita que ha generado preocupación e incetidumbre entre la población, desacostumbrada a este tipo de situaciones. Pero en el pasado las epidemias formaban parte frecuente de la vida cotidiana, debido a las pésimas condiciones higiénicas existentes, a la carencia de medios con que combatirlas y al desconocimiento médico, en muchos casos, de esas enfermedades, lo que provocaba una gran mortandad. A lo largo de la historia ha habido muchas pandemias, algunas de ellas de una gran mortalidad que mermaron drásticamente la población, como la peste negra en el siglo XIV o, más recientemente, la gripe española en 1918.
Cádiz sufrió los devastadores efectos de tales epidemias. Una de las más letales fue la de fiebre amarilla del verano de 1.800, que también afectó a otras poblaciones de la provincia y de Andalucía.
La enfermedad llegó a Cádiz en un barco procedente de Cuba
Era una enfermedad originaria de África que se había extendido por América con el tráfico de esclavos africanos, y, aunque en el siglo anterior ya había hecho acto de presencia en la ciudad, en esta ocasión causó mayores estragos. El brote se había originado en el gaditano barrio de Santa María, tras la llegada al puerto de Cádiz de un buque infectado procedente de La Habana, según informaba un médico local. El Vómito Negro, como era conocida popularmente la enfermedad por los vómitos de sangre que presentaba, la causa un virus que se propaga con la picadura de algunos mosquitos, siendo su transmisicón mayor en los  meses más calurosos. Junto con los vómitos, los síntomas que presenta son fiebre alta, dolores de cabeza y musculares, ictericia o pigmentación amarillenta de la piel y ojos, insuficiencia hepática y renal y hemorragias, muriendo la mitad de los enfermos que entran en la fase tóxica, entre los siete y diez días del contagio. En un principio, los médicos, por desconocimiento, no le dieron la importancia que merecía, pero todo cambió cuando empezó a aumentar drásticamente el número de afectados. Los vecinos del barrio de Santa María sacaron en procesión la imagen del Nazareno, creyendo que así se detendría el contagio, pero lo único que consiguieron, como era de esperar, fue extenderlo más. Las poblaciones de alrededor establecieron un cordón sanitario sobre la capital gaditana que resultó inútil, pues rápidamente la enfermedad se propagó por toda la Bahía.
Enfermo de fiebre amarilla vomintando sangre
Desde el Ayuntamiento se llevaron a cabo registros sanitarios de la epidemia para controlar su evolución, así como de las limosnas recibidas, que eran entregadas a las parroquias y hospitales para repartirlas entre los afectados, además de para el pago del personal sanitario y las labores de desinfección. Los médicos, por su parte, debían informar diariamente sobre la evolución de la enfermedad, llevando un registro de los enfermos por ellos atendidos, de los fallecidos y de los curados, información que debían trasmitir a los comisarios de barrio de la ciudad y éstos, a su vez, a las autoridades locales. Los hospitales también llevaban su registro de enfermos, fallecidos y sanados. Un cirujano residente en la ciudad, el doctor Juan de Carvajal y Salazar, llegó a elaborar una guía para prevenir la enfermedad con el propósito de repartirla gratuitamente entre la población (*).
La Junta de Sanidad de Cádiz era la institución encargada de velar por la salud pública, que ya existía desde el siglo XVIII. Las Cortes en 1813 legislaron sobre dichas Juntas, estableciendo que en materia de epidemias y contagios debía existir una en cada provincia compuesta por el jefe político, el intendente, el obispo o su vicario, un individuo de la Diputación y el número de facultativos y vecinos que ésta estimare. En los llamados Libros de registro de mortandad la Junta registraba los partes diarios de cadáveres enviados al cementerio de San José, indicando el hospital o parroquia de procedencia y el sexo de los fallecidos. Se ha conservado también un curioso documento titulado Noticias de los efectos quemados con motivo de dicha epidemia (la de 1804) donde se detallan los objetos que se quemaban de las personas contagiadas y fallecidas: muebles, ropas, colchones, sábanas, etc., indicando, incluso, los domicilios de los afectados. En otro documento fechado el 2 de diciembre de 1819, la Junta de Sanidad de Cádiz relaciona el número de fallecidos habidos entre los años 1800 y 1819 como consecuencia de los distintos brotes epidémicos, casi todos ellos de fiebre amarilla, detallándolos por año, dando un total de más de 67.900 personas fallecidas (**).
Total de fallecidos entre 1800 y 1819. Junta de Sanidad de Cádiz
Según el historiador local Adolfo de Castro (***), en la epidemia de 1800, entre los meses de agosto y octubre, la más mortífera de los dos últimos siglos, se contabilizaron 48.520 infectados, en una ciudad de 57.499 habitantes, falleciendo 7.387. Por sexos, la mortalidad fue mayor entre los hombres que en las mujeres, siendo de 5.810 entre los primeros y 1.577 las segundas; por edades, en la población masculina el mayor impacto tuvo lugar entre los 21 y 40 años, mientras que entre las mujeres la mortandad oscilaba entre 1 y 10 años de edad. A estos datos habría que añadir los 1.128 fallecidos habidos en el Hospital de la Segunda Aguada, ubicado en extramuros, ascendiendo el número total de muertos a 8.515 en el conjunto de la ciudad, cifra que la Junta de Sanidad elevaba a 9.042. También se especificaba los cadáveres que eran trasladados en camillas desde sus casas al depósito  municipal, así como los de los hospitales (Hospital Real, de San Juan de Dios, de Mujeres y de la Segunda Aguada) trasladados en carros al cementerio de la ciudad.
En medio de la desolación provocada por la enfermedad, una escuadra inglesa compuesta de 148 buques y quince mil hombres, amenazaba con invadir Cádiz el día 5 de octubre, pero la carta del gobernador de la plaza, Tomás de Morla, al almirante inglés Guillermo Keith informándole de la situación sanitaria de la ciudad, evitó el ataque inglés, como relata el citado A. de Castro. 
Diputado José Mejía Lequerica, víctima de la enfermedad
No fue ésta la única epidemia de fiebre amarilla que padeció la ciudad: en los años 1804, 1810, 1813 y 1819 surgieron nuevos brotes, aunque con una incidencia menor en cuanto a número de contagiados y fallecidos. La epidemia de 1810 provocó el traslado del Consejo de Regencia y la Junta Suprema, instalados en Cádiz tras la ocupación francesa, a la vecina Isla de León (San Fernando), donde se inaugurarían las Cortes el 24 de septiembre de dicho año, volviendo a la capital gaditana unos meses después, pasada la epidemia. En la de 1813 hubo fallecidos entre los propios diputados de las Cortes y un médico local llegó a afirmar que la enfermedad afectaba preferentemente a los hombres del Norte, a los obesos, robustos y corpulentos y a los de carácter melacólico, siendo, en cambio, muy benigna para las mujeres de genio alegre y para los naturales de Cádiz. Ciertamente, una de los aspectos más característicos de la fiebre amarilla fue, como hemos visto, su mayor índice de mortalidad entre la población masculina.
Cádiz y el resto del país padecerían nuevas epidemias a lo largo del siglo, destacando las del cólera-morbo de los años 1854 y 1885, que ponía de manifiesto la vulnerabilidad de la población ante este tipo de situaciones, algo que sigue sucediendo en la actualidad, como estamos viendo con la pandemia del nuevo virus, a pesar de los avances médicos y tecnológicos de nuestro tiempo.

(*) Contabilidad y gobierno de la salud pública: la epidemia de fiebre amarilla de 1800 en Cádiz. Capelo M., y Araujo P.. Universidad de Cádiz.
(**) La Junta de Sanidad de Cádiz:  Las epidemias que asolaron Cádiz en el siglo XIX. Santiago Saborido Piñero. Archivo Histórico Provincial de Cádiz. 2.020.
(***) Historia de Cádiz y su Provincia, de Adolfo de Castro. 1.858.

lunes, 17 de febrero de 2020

El templo de los ladrillos coloraos

Gran Teatro Falla de Cádiz
Son varios los lugares emblemáticos de Cádiz donde el Carnaval adquiere una dimensión especial: el barrio de la Viña, la playa de La Caleta, los alrededores del Mercado Central o Plaza de la Libertad; en realidad, cada esquina, cada calle o plaza de su casco antiguo respira Carnaval. Pero es en el llamado Templo de los ladrillos coloraos, el Gran Teatro Falla, en la plaza Fragela de la capital gaditana, donde esta fiesta se hace simbólica, auténtico santuario de las coplas de Cádiz, donde coros, comparsas, chirigotas y cuartetos expresan su arte en forma de tangos, pasodobles y cuplés, manifestando su saber y su sentido de la vida, que es el sentir propio del pueblo gaditano, como una manera particular de entenderla. Cádiz, la vieja Cádiz, se abre al mundo en Carnaval, porque éste es su momento, el  momento de contar lo que piensa, lo que siente y su forma de vivirlo. Así, cada año por febrero la ciudad, más que ponerse, se quita el disfraz y se muestra tal como es, divertida, alegre, abierta, auténtica.
Interior del Teatro Falla
El nombre de ladrillos coloraos le viene por el llamativo color de los ladrillos con que está construído el teatro, característico del estilo neomudéjar de su construcción, al igual que los arcos de herradura de puertas y ventanas de su fachada, donde llama la atención la alternancia de dovelas blancas y rojas. De planta en forma de herradura, el interior del edificio también presenta una importante decoración, destacando la arquitectura del hierro, adaptada al estilo neomudéjar, y las pinturas del techo, una alegoría del Paraíso, obra de los pintores Felipe Abarzuza y Julio Moisés, de ahí el nombre con que también se conoce el gallinero.
Construido entre los años 1885 y 1905 sobre el solar del Gran Teatro de Cádiz, destruido en un incendio, por los arquitectos Adolfo Morales de los Ríos y Juan Cabrera de la Torre, que finalizó la obra, tomaría el mismo nombre del teatro desaparecido, inaugurándose cinco años después, cambiando posteriormente su denominación por el de Gran Teatro Falla en honor al compositor gaditano Manuel de Falla. Tiene un aforo para algo más de 1.200 espectadores repartidos entre el patio de buracas, palcos platea, palcos principales, palcos segunda, anfiteatro y gallinero.
Actuación de un coro
El Falla se viste de gala con el Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas (el COAC), el cual viene celebrándose desde el año 1949, aunque ya en años anteriores habían tenido lugar actuaciones carnavalescas, donde numerosas agrupaciones, tanto de la capital y provincia gaditanas, como de Andalucía y del resto de España, ofrecen cada año por estas fechas sus mejores coplas y tipos, hecho éste que refleja el creciente interés de este evento más allá de las fronteras gaditanas, a lo que sin duda ha contribuído su retransmisión ininterrumpida por televisión durante los últimos cuarenta años. El concurso se prolonga durante aproximadamente un mes, en varias fases: preliminares, cuartos de final, semifinales y la gran final, que tiene lugar el viernes anterior al miércoles de ceniza. Entre los años 1986 y 1990 tuvo que trasladarse al desaparecido Teatro Andalucía, debido a las obras de reforma que se llevaron a cabo en el Falla.
Baile de carnaval en el interior del Falla
Otro de los actos típicos que se celebraban en su interior durante las fiestas de Carnaval eran los bailes de disfraces en la zona del patio de butacas, que se adaptaba para los mismos, los cuales dejaron de celebrarse tras la citada reforma.
Además de este concurso que le ha dado fama, en el Gran Teatro Falla tienen lugar obras de teatro, conciertos, musicales y otros espectáculos, destacando entre todos ellos el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz y la Muestra Cinematográfica del Atlántico Alcances, uno de los festivales de cine más antiguos de España.

miércoles, 22 de enero de 2020

Nuevas investigaciones sobre el Cádiz fenicio y romano

En color naranja la Gadir fenicia y en morado la Gades romana


A raíz de las prospecciones arqueológicas llevadas a cabo en el subsuelo del edifico Valcárcel, el cual va a ser rehabilitado para convertirse en una Facultad de la Universidad de Cádiz, ha visto la luz nuevas investigaciones sobre el Cádiz fenicio y romano, concretamente en lo referente al llamado Canal Bahia-Caleta. Este canal o brazo de mar dividía la ciudad de Gadir-Gades en dos islas en la Antigüedad, llamadas Eritheia y Kotinoussa, en la primera de las cuales, la más pequeña, se asentaron los colonizadores fenicios y, posteriormente, los cartagineses, donde en la actualidad se encuentra el Yacimiento fenicio Gadir (siglo IX a. de C.) y alrededores, próximo a la Torre Tavira, mientras que siglos después los romanos, que se habían establecido en un principio en la ciudad fenicia, se extendieron por la otra isla, donde edificaron una ciudad nueva, en la zona que hoy ocupan los barrios del Pópulo y Santa María, lugares donde a lo largo de los años han aparecido gran cantidad de restos arqueológicos, destacando, sin duda alguna, el teatro romano (s. I a. de C.).
Canal Bahía-Caleta. Eritheia a la izquierda y Kotinoussa a la derecha
La exitencia de este canal ya se conocía desde hacía tiempo, pero se pensaba que el mismo había empezado a cegarse durante el período romano, fusionándose ambas islas en una sola. Las nuevas investigaciones, en cambio, apuntan a que esta colmatación pudo suceder algo más tarde, posiblemente a finales de la dominación romana o, incluso, en época medieval, con lo cual habrían convivido la Gadir fenicia y la Gades romana, una frente a la otra separadas por el canal, aunque es de suponer que ambas estarían conectadas mediante puentes. En las prospecciones realizadas, de hasta 50 metros de profundidad, se ha descubierto un fondeadero, además de numerosos fragmentos y restos arqueológicos, lo que demostraría el uso del canal para la navegación.
Éste atravesaría lo que hoy es el casco antiguo gaditano, partiéndolo en dos, extendiéndose desde La Caleta hasta el muelle. Gadir, Gades, Cádiz, era, pues, un pequeño archipiélago (al que habría que añadir una tercera isla, Antípolis, actual San Fernando), de ahí que autores antiguos, como Estrabón, se refirieran a ella como Gadeira, que es una forma plural griega. Esperemos que los estudios arqueológicos sigan aportando nuevos e interesantes datos sobre la antigua ciudad gaditana.

Se observa a la izquierda de la imagen el canal sumergido, que continúa bajo la ciudad

Valcárcel, sede de la futura Facultad de Ciencias de la Educación
Para más información sobre este tema:
https://curiosidadesdecadiz.blogspot.com/search/label/El%20canal%20que%20divid%C3%ADa%20en%20dos%20a%20C%C3%A1diz 
Sobre el edificio Valcarcel:
https://curiosidadesdecadiz.blogspot.com/search/label/El%20edificio%20Valc%C3%A1rcel