sábado, 25 de abril de 2020

Confinamiento durante las Cortes de Cádiz

El puerto fue punto de entrada de las epidemias que asolaron Cádiz
No es la primera vez que la población gaditana sufre un confinamiento por una epidemia o pandemia. Ya en el pasado, con motivo de las epidemias de fiebre amarilla que asolaron la ciudad de Cádiz y otras localidades de la Bahía a principios del siglo XIX, la población tuvo que sufrir esos confinamientos ante los efectos desastrosos de la enfermedad. En un artículo anterior titulado La gran epidemia del año 1800, ya hablé de ellos con motivo de esta epidemia, la más devastadora de las padecidas por Cádiz por número de fallecidos de las que se tiene noticia, nueve mil personas. En años posteriores hubo rebrotes, como por ejemplo, durante la celebración de las Cortes de Cádiz, en los años 1810 y 1813, siendo causa de que tanto el Consejo de Regencia, órgano de gobierno ante la ausencia del rey, como las Cortes, aún no constituidas, tuvieran que desplazarse hasta la vecina Isla de León (San Fernando) por el nuevo brote de fiebre amarilla que se había extendido por la capital gaditana, inaugurándose las sesiones en dicha localidad el 24 de septiembre de 1810, aunque regresarían a Cádiz seis meses después, ante la aproximación de las tropas napoleónicas. En 1813 las Cortes volverían a San Fernando ante la aparición de otro brote de fiebre amarilla, trasladándose, finalmente, a Madrid en 1814, siendo disueltas por Fernando VII a su regreso a España. Cádiz, libre, junto con San Fernando, de la ocupación francesa, fue, no obstante, sometida a un asedio por parte de estas tropas durante dos años y medio, entre febrero de 1810 y agosto de 1812, siendo bombardeada a lo largo de este período por las barterías franceses instaladas en la otra orilla de la bahía gaditana. Dos situaciones, pues, fiebre amarilla y bombardeos, que hacían muy complicada la vida en la ciudad, aunque, a decir verdad, los efectos de las bombas fueron mucho menores, debido a la larga distancia que tenían que recorrer para impactar en su objetivo, lo que el pueblo gaditano con su guasa convirtió en burla.
El pueblo gaditano, golpeado por las epidemias, aclama la Constitución de 1812
Más serio, en cambio, fue la epidemia con sus altas tasas de mortalidad, de varios miles de fallecidos entre 1.810 y 1.813, entre ellos algunos diputados de las Cortes, como el ecuatoriano José Mexía Lequerica, el puertorriqueño Ramón Power y el catalán Antonio de Capmany. Contribuyó a aumentar los contagios y las muertes el notable incremento de la población por la llegada a la ciudad de numerosos refugiados llegados desde distintos puntos de España que huían del ejército francés. Cádiz, pues, sufría un doble confinamiento: por un lado, el provocado por la enfermedad, que obligaba a dejar incomunicados a barrios enteros, a la población a permanecer recluída en sus casas y a los enfermos ingresados en hospitales y lazaretos; y, por otro, el confinamiento de una ciudad entera asediada por fuerzas enemigas. Pese a todo, la vida de la ciudad no se paralizó, pues continuó la actividad mercantil de su puerto, al haber quedado el tráfico marítimo fuera del control de los sitiadores, y la actividad política, con una ciudad volcada con las Cortes, cuyas sesiones en el Oratorio de San Felipe Neri eran seguidas con gran interés y entusiasmo por el público gaditano, culminando con la proclamación de la Constitución el 19 de marzo de 1.812, acontecimiento de gran trascendencia en la historia de España.

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