miércoles, 17 de abril de 2019

Las Siete Palabras de Cristo en la Cruz

Fachada del Oratorio de la Santa Cueva
La Semana Santa es una fiesta que tiene peculiaridades y manifiestaciones propias dependiendo del lugar donde se celebre. En Cádiz, cada mañana de Viernes Santo tiene lugar en el Oratorio de la Santa Cueva, situado en la calle Rosario, en el centro histórico de la ciudad, un destacado acto de música sacra, la interpretación de una de las obras más importantes del compositor austríaco Joseph Haydn (1732-1809), titulada Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz, rememorando las siete palabras que pronunció Cristo en la cruz poco antes de morir, y que compuso para dicho Oratorio en dos versiones, para orquesta y para cuarteto, dando cumplimiento, así, a un encargo que le había hecho el sacerdote José Antonio Sainz de Santa María, Marqués de Valde-Iñigo, promotor de la construcción del Oratorio, el cual costeó de su propia fortuna. Este templo es una de las mayores muestras del arquitectura neoclásica de España y consta de dos capillas, una inferior o subterránea, obra de Torcuato Cayón, de 1783, de gran austeridad y dedicada a la Pasión de Cristo, y otra superior, obra de Torcuato Benjumeda, acabada en 1796, de gran riqueza decorativa, en contraste con la inferior, dedicada a la exaltación de la Eucaristía. El Marqués de Valde-Iñigo, que ya había encargado a Francisco de Goya varias de las pinturas que decoran el interior de la capilla alta, encargó esta pieza musical a uno de los mejores y más conocidos compositores de la época, Joseph Haydn, para acompañar los ejercicios espirituales que la Congregación de disciplinantes de la Madre Antigua, a la que pertenecía el propio Marqués, realizaban en la capilla subterránea el Viernes Santo (Ejercicio de las Tres Horas, que tenía lugar entre las doce y las tres de la tarde para recordar las útlimas palabras de Cristo crucificado), interpretándose por vez primera dicho día del año 1787. El propio Haydn explica algunos de los detalles de este encargo:
Joseph Haydn
Hace unos quince años, un canónigo de Cádiz me pidió componer música instrumental sobre Las siete últimas palabras de Nuestro Salvador en la cruz. Era costumbre en la Catedral de Cádiz ​ producir un oratorio cada año durante la Cuaresma, el efecto de la interpretación no se ve reforzado por las siguientes circunstancias. Las paredes, las ventanas y los pilares de la iglesia estaban cubiertos con tela negra, y solo una gran lámpara colgando del centro del techo rompía la solemne oscuridad. Al mediodía, las puertas se cerraron y comenzó la ceremonia. Después de un breve servicio, el obispo ascendió al púlpito, pronunció la primera de las siete palabras (u oraciones) y pronunció un discurso al respecto. Esto terminó, dejó el púlpito y cayó de rodillas ante el altar. El intervalo fue llenado por la música. Entonces el obispo pronunció la segunda palabra, luego la tercera, y así sucesivamente, la orquesta siguiendo la conclusión de cada discurso. Mi composición estaba sujeta a estas condiciones, y no fue tarea fácil componer siete adagios de diez minutos cada uno, y que se sucedieran uno a otro sin fatigar a los oyentes; de hecho, me resultó completamente imposible limitarme a los límites señalados (1).
Esta es, pues, una tradición musical que se ha mantenido hasta nuestros días, en un ambiente de especial recogimiento y espiritualidad como es el de la Santa Cueva, un aspecto de la Semana Santa gaditana único y digno de ser conocido. 
(1) Fuente de la cita: es.wikipedia.org. La referencia a la Catedral de Cádiz es fruto de una confusión del propio músico, creyendo que el encargo procedía de este templo.

Actuación en la Capilla Baja de la Santa Cueva


jueves, 28 de febrero de 2019

Aquellos Duros Antiguos

Reales de a ocho del s. XVIII, los famosos duros antiguos
Una de las señas de identidad características del carnaval gaditano es ser intérprete agudo, crítico y jocoso de los acontecimientos ocurridos en la ciudad, el país o el mundo, de la realidad cotidiana en suma, que los autores carnavalescos reflejan en las letras de sus tangos, pasodobles, cuplés y popurrits, y el pueblo gaditano manifiesta en la calle disfrazándose de aquellos tipos o personajes que, por un motivo u otro, han sido actualidad, ridiculizándolos o criticándolos, haciendo gala siempre de un gran ingenio y originalidad.
El Tío de la Tiza
Uno de esos intérpretes fue el músico y autor carnavalesco de finales del siglo XIX y principios del XX Antonio Rodríguez Matínez, más conocido como El Tío de la Tiza, con su famoso tango Los duros antiguos, del coro Los Anticuarios, año 1905, verdadero himno del carnaval gaditano. Cuenta con arte y con gracia la historia del hallazgo por un pescador, un año antes, de un tesoro en la playa Victoria de Cádiz, mientras escarbaba en la arena para enterrar restos de pescado. El tesoro consistía en una importante cantidad de monedas de plata de mediados del siglo XVIII escondidas en la arena, concretamente reales de a ocho acuñados bajo el reinado de Fernando VI, un jueves de Corpus del 2 de junio de 1904, corriendo rápidamente la noticia por toda la ciudad y provocando que muchos gaditanos acudieran al lugar del descubrimiento y se pusieran a escarbar cuatro días seguíos sin descansar (...) por la tarde, de noche o por la mañana, como dice la letra del tanguillo, buscando ansiosamente alguna de las monedas que les permitiera mejorar sus pobres economías, en una época de penuria como la de aquellos años.
Coro Los Anticuarios (1905)
La suerte fue desigual, pues mientras unos consiguieron ver recompensados sus esfuerzos encontrando algunos duros antiguos, otros, en cambio, no vieron ni uno o, pero aún, cogiendo una pulmonía, como dice el autor que le pasó a su suegra. En cuanto al origen de las monedas, podrían proceder del naufragio de algún navío de la Carrera las Indias, del cargamento de alguno de los buques hundidos en la batalla de Trafalgar, o bien pertenecer al tesoro de un barco tripulado por un pirata gallego quien en 1827 se había amotinado y, posteriormente, encallado en la gaditana playa Cortadura, El Defensor de Pedro, cuyos tripulantes, que habían escondido el tesoro, fueron ajusticiados en Cádiz tras ser detenidos.
Un busto del Tío de la Tiza en el Paseo Marítimo, con una placa que reproduce la letra de su tanguillo, una espiocha y el anverso y reverso de los duros antiguos en el pedestal, se encuentra situado frente al lugar de la playa donde fueron halladas las monedas.

Busto de El Tio de la Tiza, en el Paseo Marítimo de Cádiz

Esta es la letra del famoso tanguillo:
Aquellos duros antiguos
que tanto en Cádiz dieron que hablar
que se encontraba la gente
en la orillita del mar
fue la cosa más graciosa
que en mi vida he visto yo.
Allí fue medio Cádiz
con espiochas;
y la pobre mi suegra
y eso que estaba ya media chocha;
Con las uñas a algunos
vi yo escarbar,
cuatro días seguidos
sin descansar.
Estaba la playa
igual que una feria
¡válgame San Cleto!
lo que es la miseria.
Algunos pescaron
más de ochenta duros
pero más de cuatro
no vieron ni uno.
Mi suegra, como ya dije,
estuvo allí una semana
escarbando por la tarde
de noche y por la mañana;
perdió las uñas y el pelo
aunque bien poco tenía
y en vez de coger los duros
lo que cogió fue una pulmonía.
En el patio de las malvas
está escarbando desde aquel día.

lunes, 17 de diciembre de 2018

Una jugada del destino

Pelayo Quintero Atauri
El destino, entendido por muchos como algo sobrenatural e incomprensible que de una u otra forma rige la vida humana, mientras que para otros solo existe la casualidad o el azar, puede llegar a jugar malas pasadas, haciéndonos reflexionar acerca del por qué de las cosas y preguntarnos por qué suceden de una manera y no de otra.
Pelayo Quintero Atauri era un arqueólogo natural de la villa de Uclés, en la provincia de Cuenca, nacido en 1867 y afincado en Cádiz desde el año 1907, ciudad en la que residió durante varias décadas, cuya labor como investigador fue de enorme importancia, tanto para la arqueología española en general, como gaditana en particular. En Cádiz, su trabajo estuvo centrado en las excavaciones de la necrópolis fenicia de Punta de Vaca, donde en 1887 había aparecido un sarcófago antropoide masculino fenicio del siglo V a. de C., con motivo de las obras de la Exposición Marítima Internacional, y que daría lugar a la creación del Museo Arqueológico de Cádiz, siendo el iniciador de los estudios arqueológicos en la ciudad, además de Director del Museo Provincial de Bellas Artes, Presidente de la Real Academia Hispano-Americana de Ciencias y Artes y organizador de los actos conmemorativos del primer centenario de la Constitución gaditana de 1812. Fue también autor de numerosos artículos y libros de arqueologia que le valieron fama internacional.
Bloque de pisos en el lugar donde estuvo su casa
El gran sueño de Quintero Atauri durante su estancia en la capital gaditana era descubrir un sarcófago como aquél, hasta el punto de estar convencido de la existencia de otro sarcófrago, probablemente femenino, en algún punto de la necrópolis gaditana, pero tras numerosas excavaciones no pudo ver hecho realidad su deseo. No podía imaginar que, bastantes años después de su marcha de Cádiz y de su muerte en Marruecos en 1946, aparecería ese sarcófago femenino en el año 1980, conocido popularmente como Dama de Cádiz, precisamente en... ¡¡el solar donde estuvo su chalé, en el que residió durante treinta años!!, derribado para construir un bloque de pisos en su lugar. Tantos años esperando descubrir el sarcófago que nunca pudo encontrar y que, por una terrible casualidad o ironía del destino, se hallaba enterrado bajo el mismo suelo de su casa.
En el anterior artículo, titulado Sarcófagos fenicios de Cádiz, podéis encontrar información detallada sobre ambos sarcófagos.

Descubrimiento del sarcófago femenino en el solar de la casa de Quintero Atauri

lunes, 19 de noviembre de 2018

Sarcófagos fenicios de Cádiz

Sarcófagos fenicios, s. V a. de C. Museo de Cádiz
En el Museo de Cádiz se conservan dos piezas arqueológicas excepcionales, que constituyen las mejores muestras del arte y la arqueología fenicias, no solo de la Península Ibérica, sino de todo el Mediterráneo occidental.
Son dos sarcófagos fenicios de mármol blanco, uno masculino y otro femenino, ambos del s. V a. de C., descubiertos de manera casual mientras se realizaban diversas obras, aparecidos en lugares distintos de la capital gaditana, en un área donde en la antigüedad se asentaba la necrópolis gaditana, lejos de los muros de la antigua ciudad, que abarcaba una amplia zona del actual extramuros o Puertatierra, y en un espacio temporal de casi un siglo de diferencia entre un hallazgo y otro.
El sarcófago masculino fue el primero que se descubrió, en el año 1887, en el lugar conocido como Punta de Vaca (un espacio que estaría situado en lo que hoy es el Parque Muncipal Celestino Mutis, en los antiguos Astilleros), mientras se acondicionaba el terreno para preparar una exposición marítima que se iba a celebrar allí. Aparecieron varias tumbas compuestas de sillares, en una de los cuales se hallaba el sarcófago. Datado a finales del s. V a. de C., con más de dos metros de largo, tiene forma antropomorfa y se compone de dos partes: la caja y la tapa. En ésta última está representado la figura de un personaje masculino, de la que destaca la representación de la cabeza barbada, tallada con gran detalle, mientras que las manos y los pies están representados esquemáticamente; la mano izquierda, flexionada, sostiene una manzana y la derecha sostendría una corona de flores pintada que no se ha conservado. El sarcófago apenas contenía ajuar, tan solo el esqueleto junto con restos de la tela que envolvía el cadáver y varios clavos de bronce de la caja de madera que lo contenía que no se ha conservado.
En primer término, sarcófago masculino
El sarcófago femenino, conocido como la Dama de Cádiz, apareció durante la ejecución de las obras de un edificio en la calle Ruíz de Alda, actual Parlamento, el 26 de septiembre de 1980, dentro de una cámara funeraria hecha con sillares de piedra ostionera. Se da la circunstancia que la excavadora que realizaba los trabajos de excavación seccionó la parte inferior del sarcófago, tras desplazar los sillares que la cubrían. Del mismo tamaño que su homólogo masculino y forma antropomorfa, aunque algo más antiguo, hacia el 470 a. de C., aparece representada en su tapa una figura femenina, destacando, como aquél, la representación detallada de la cabeza y, de forma esquemática, los pechos, las manos y los pies, sosteniendo en su mano izquierda, flexionada, un alabastro para perfumes, con una túnica que también la cubre casi por completo. En perfecto estado de conservación, llama la atención la belleza del rostro, que aún conserva restos de la policromía original, con un peinado realizado a base de bucles o rizos, muy parecido al masculino. Junto al esqueleto, aparecieron como ajuar unas pestañas de bronce, posiblemente de una máscara funeraria, un escarabeo de jaspe verde, pequeños colgantes de pasta vítrea, restos de tejido del sudario y varios clavos de bronce del desaparecido ataud de madera.
Sarcófago femenino en primer término
Este era un tipo de enterramiento, de origen egipcio, reservado a la realeza y la aristocracia, que los navegantes fenicios adoptaron y difundieron en sus colonizaciones por el Mar Mediterráneo, debiendo pertenecer los personajes enterrados en los sarcófagos gaditanos a la aristocracia local, a la clase gobernante o bien a la casta sacerdotal.
En cuanto al origen de los mismos, se desconoce si fueron fabricados en un taller local por escultores griegos o fenicios conocedores del arte griego arcaico de la época, estilo realista idealizado en que están modelados los rostros, desplazados hasta Gadir, o bien fueron fabricados en Sidón (metrópolis de Fenicia, actual Líbano, donde han aparecido sarcófagos similares) y transportados por mar hasta la colonia gaditana. En cualquier caso, pone de relieve la importancia de la lejana Gadir en el mundo antiguo, su desarrollo económico, que le permitía importar objetos caros y de prestigio como eran los sarcófagos, y los intensos intercambios comerciales existentes a lo largo de la cuenca mediterránea y más allá de las Columnas de Hércules (Estrecho de Gibraltar) donde se situaba Gadir.
Ambos descubrimientos levantaron una gran expectación en la ciudad por su relevancia, sobre todo el del primer sarcófago a finales del siglo XIX, pues dio lugar a la creación del Museo de Cádiz y, además, marcó el inicio del interés en España por la arqueología fenicio-púnica, apareciendo los primeros trabajos de investigación sobre la materia, atrayendo la atención tanto de investigadores nacionales como extranjeros.
Este artículo se completa con una curiosa historia relacionada con el descubrimiento del sarcófago femenino: Una jugada del destino.

Descubrimiento del sarcófago masculino en 1887

Dama de Cádiz en el momento de su descubrimiento, con los pies seccionados por la excavadora


Placa conmemorativa en la fachada del edificio en cuyo solar se descrubrió

Edificio bajo el cual tuvo lugar el hallazgo del sarcófago femenino

miércoles, 10 de octubre de 2018

La Compañía Gaditana de Negros

Barco negrero. Siglo XIX
Los siglos XVII y XVIII fueron para Cádiz una época de gran prosperidad económica, sobre todo a raíz del traslado de la Casa de Contratación y Consulado de Indias de Sevilla a la capital gaditana en 1717, una prosperidad basada en el comercio con las colonias americanas que la ciudad llegaría a monopolizar a lo largo de este último siglo y que se reflejaría en el desarrollo alcanzado por la burguesía local, en el urbanismo, en la cultura, en las costumbres y en el carácter cosmopolita, abierto y, podríamos decir, progresista, de sus gentes, algo excepcional en la España de entonces, caldo de cultivo favorable para el nacimiento años después de la primera Constitución política española.
Pero esta prosperidad tuvo también un lado oscuro y macabro, porque una parte de ella se cimentó sobre un tráfico mercantil indeseable: el comercio de esclavos. Este comercio siempre ha existido a lo largo de la historia y España, como otros países europeos, también participó de él desde los mismos comienzos del descubrimiento de América, para cuya explotación se impulsó el tráfico de esclavos negros procedentes de África y, así, emplearlos como mano de obra en los trabajos más duros del Nuevo Mundo. La fórmula empleada por la corona española era la concesión de un asiento o contrato a un particular para que explotara el negocio, a cambio de una serie de derechos y obligaciones y de la entrega de una parte de los beneficios al Estado.
Embarque de esclavos africanos
Aunque esclavos ha habido en Cádiz, como en el resto del mundo, desde época antigua, al servicio de las autoridades o de familias nobles y pudientes, la Compañía Gaditana de Negros fue la primera compañía española dedicada en exclusiva al tráfico de esclavos, fundada en 1765, tras solicitud efectuada por Miguel de Uriarte y varios socios más, siéndole concedida por Real Cédula de 14 de junio de este mismo año, comprometiéndose a trasladar bajo pabellón español a un número determinado de esclavos africanos a distintos puertos americanos, como Cartagena de Indias, Portobello y otros, firmándose la escritura de fundación en Cádiz el 23 de septiembre de ese mismo año.
La Compañía inició su negocio negrero con barcos propios, siendo La Venganza el primer navío de bandera española en partir del puerto gaditano dedicado a este tráfico en 1765, aunque tambien emplearia navíos ingleses y franceses con sus respectivas tripulaciones. Los barcos salían del puerto gaditano cargados con productos como vino, licores, aceites, harinas, etc., para intercambiarlos en Senegal y Cabo Verde por los esclavos africanos, desde donde eran trasladados a Puerto Rico y allí distribuidos por el resto del continente.
La Compañía tuvo problemas económicos y financieros desde un principio, no obteniendo los beneficios esperados y acumulando cuantiosas pérdidas (más de un millón de pesos en 1770), incumpliéndose lo acordado en el contrato al no alcanzar la cantidad de esclavos estipulada por año, a lo que también contribuyó las medidas adoptadas por Gran Bretaña en contra el comercio esclavista. A pesar de permitirle la Corona comerciar con otras mercancías para paliar las pérdidas, en poco tiempo la Compañía terminaría quebrando, desapareciendo como tal en 1779.
Por otra parte, en Cádiz no solo había esclavos de raza negra, también los había de otras procedencias, como moros, turcos y asiáticos, aunque aquéllos eran los más numerosos.
En el callejero de la ciudad ha quedado un recuerdo de este episodio en una callejuela del casco antiguo, el llamado Callejón de los Negros, situado junto al Palacio de Congresos, antigua Fábrica de Tabacos, que conecta la calle Plocia con la plaza de Sevilla, y que, probablemente, debe su nombre a un baularte existente en la antigua muralla, contiguo al callejón, frente a la Fábrica de Tabacos, también llamado de los Negros, o a ser lugar de paso de los esclavos negros que desembarcaban en el puerto hasta el lugar donde eran subastados y vendidos. El nombre también podría deberse, según una antigua leyenda citada por el escritor local Ramón Solís, a la existencia allí de la escultura de una cabeza de un negro, como macabro recuerdo de un esclavo que había asesinado a su amo, que fue decapitado y cuya cabeza fue colocada como escarmiento en dicho lugar.
El carnaval gaditano, ese gran intérprete tanto de la actualidad como del pasado, recogía esta historia de esclavitud allá por el año 1985, con el coro El Callejón de los Negros, cuyos tipos y voces representaron magníficamente, obteniendo el segundo premio en el Concurso de Agrupaciones del Teatro Falla de dicho año.
Callejón de los Negros

 Coro El Callejón de los Negros (1985) en el Teatro Falla de Cádiz