Esta semana se ha celebrado en Cádiz el Congreso Internacional de la Lengua Española, que ha reunido a numerosos académicos y especialistas de los países de habla hispana para tratar el presente y futuro de nuestro idioma común, evento inaugurado por el Rey de España en el Gran Teatro Falla. La elección de Cádiz para este Congreso, que en principio se iba a celebrar en Perú, ha sido una decisión acertada por los lazos históricos que la unen con los países hispanoamericanos y por razones lingüísticas y culturales, que, además, ya contaba con la experiencia de haber organizado una Cumbre de Estados Iberoamericanos con motivo de los actos de celebración del Bicentenario de la Constitución de 1812. Y lo es porque en esta ciudad la lengua española se entiende y se habla a la manera andaluza, pero, sobre todo, a la manera gaditana, con palabras y expresiones propias de aquí, que el pueblo gaditano, con su ingenio y su espontaneidad, ha ido creando a lo largo del tiempo, unas veces alterando su fonética; otras, dándole un significado nuevo o distinto al original, o creándolas directamente. El habla de Cádiz, entendida como una manera de ser y de sentir del gaditano, es un patrimonio inmaterial de gran riqueza y valor, como lo son el Carnaval, cuyas letrillas se nutren, a menudo, de esos vocablos y expresiones, o el arte flamenco. Palabras como bastinazo, casapuerta, culiparlante, cursi, chirigota, liberal, manolete, picha, piriñaca, quillo, refino, etc., o frases como Más se perdió en Cuba, Vámonos que nos vamos o tan conocidas como Viva La Pepa, y muchas más que el profesor Pedro Payán Sotomayor recoge en su obra El Habla de Cádiz, explicando el origen y el significado de cada una de ellas, algunas de las cuales han traspasado los límites de la ciudad y ya son conocidas en el resto de España, habiendo sido incluidas en el Diccionario de la Lengua Española.
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